Desde hace varios años han surgido movimientos que buscan regresarnos a las bases como humanidad: el minimalismo, el esencialismo, el movimiento slow, entre otros. Uno de los pilares fundamentales en los cuales se basa estos movimientos se refiere a vivir con lo esencial, es decir, a limitarnos a tener únicamente las posesiones básicas, sin caer en excesos.
Entre más posesiones tenemos, más preocupaciones y más estrés suelen acarrearnos, incluso llega un momento en que dejamos de poseer las cosas y nos dejamos poseer por estas. Esto no solo aplica para las cuestiones materiales, también lo solemos experimentar con nuestras actividades diarias, creemos que entre más ocupados estemos, seremos más productivos y mayor será nuestro bienestar; nada más lejos de la realidad, en la mayoría de las ocasiones, al querer abarcar tanto, nos desenfocamos, desgastamos nuestra energía innecesariamente y conseguimos pocos resultados de alto impacto.
No se trata de condenar el tener muchas posesiones, buscar conseguir más logros o adquirir más conocimientos, sin embargo, considero como fundamental el preguntarnos por qué y para qué los queremos, evaluar si realmente esos factores aportan un valor significativo para nuestra vida. Entre más livianos vivamos, menos apegos tendremos y menos trabajo nos costará dejar atrás todo aquello que puede significar un lastre, incluso considerando como lastre todo aquello que nos ayudó a crecer en algún momento, pero que hoy en día se ha convertido en una carga.
Finalmente, comparto un pensamiento relacionado con este tema, que expresé el día de ayer mientras concluía una sesión de coaching, el cual me ayudó a salir de esa crisis existencial que ya he mencionado en otras ocasiones:
"Cuando me di cuenta que no tenía nada materialmente, me hice consciente que tenía todo para dar: mi propia vida"